Por Rocío Badía
Me cuentan de una ciudad llena de vida, de gente caminando por todos lados. Intento imaginarla, fantaseo. Estamos dentro de una burbuja. Una burbuja que está dentro de una gran ciudad. En medio de lo que alguna vez fue. ¿Ciudad de fantasmas o ciudad de progreso? Acá afuera huele a cenizas y a cemento. Adentro es otra cosa, estamos protegidos por una torre y un muro. Un muro que trasciende lo físico, mucho más poderoso de lo que aparenta.
Decimos que estudiamos en Río Piedras. Mentimos. Estudiamos en una ciudad flotante donde casi no quedan árboles, donde se come bien por cinco pesos y se bebe por dos o tres más. Esta es la ciudad universitaria que los estudiantes no conocen. La ciudad que los universitarios no caminan. Algunos la gozan en las noches. Muchos se la pierden. Allí puedes aprender a tocar las congas o filosofar con poetas. También puedes presenciar cosas extrañas. Río Piedras me sabe a plena y a jazz, me huele a librerías y a café, a veces apesta.
Recuerdo que un gran maestro de Historia y de la vida justo antes de saltar a la Universidad me dijo que la Upi era un zoológico. Tenía razón. Es un perfecto reflejo de nuestra tierra. Un lugar que aparenta tener un orden, donde las prioridades son un poco extrañas y que está lleno de gente que a veces se queja de cosas sin sentido y olvidan los grandes males que aquejan a los demás. Allí podemos encontrar tantas especies como podamos imaginar. Esta diversidad nos ayudaría a salvar nuestra comunidad. Río Piedras es un mosaico, necesita organización de todas las partes para funcionar. La comunidad universitaria tiene la capacidad de crear la estructura junto al apoyo de un gobierno receptivo. Sería ideal. Comenzó el Plan Río 2012, muchos lo desconocen. Un grupo reducido de personas ha invertido sus energías en ello. ¿Por qué?
Parece que nada nos importa. No sabemos vivir en comunidad. Esto no es sólo en Río Piedras. Cada vez hay más urbanizaciones cerradas con nombres en inglés o comenzando con Mansiones, Villa o Parque de no se qué, que se reduce a un lugar bonito donde nadie se conoce. Vivo en una de ellas y somos una de las tres familias que saludamos en el “área comunal” del correo. Parece absurdo, no lo es.
Quiero una Universidad sin muro, con mentes sin verjas, con gente atrevida, con voces que se atrevan a hablar y manos que trabajen por un lugar mejor. Nos hace falta integración.
Ese muro está de más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario