7.12.08

el Río y sus Piedras

Crónicas de Jangueo Ríopiedrense
El Río y sus Piedras

Por: Tania Parés

Con el bulto sudando la espalda deja atrás la Academia para entrar al mundo donde caída la tarde despierta.

Entra al Refugio, unas cervezas, algunos chichaitos, salsa de la vieja; jugar con el gato hasta que mordisquee, retar en la mesa de billar cuando la noche atrae a los mismos de siempre. Antes de que llegue la medianoche, las frituras van por la casa, la gente arropó la calle de la entrada y los sudores se dejan notar en las frentes. Pedir mil permisos para comprar la última cerveza tibia.
Las conversaciones entremezcladas hacen el entorno. A lo lejos suena la campana de la torre.


El peregrinaje continúa hacia una Avenida Universidad abarrotada por bares de los cuales hay, muchos para escoger y pocos para estar. La avenida está repleta de gente, con cerveza o vaso en mano, miran, hablan, buscan. Al otro lado de la acera, un grupo de policías observan a personas cantando karaoke. En sincronía una banda del patio hace el ruido habitual indicando el final de la semana. Y no importa si el sitio es a puerta cerrada o en la acera cada cual busca donde el alcohol esté más barato.


Un tanto lejos pero al unísono se escucha bomba y plena. Pasándole por el lado a las librerías cerradas, se llega a donde hay más gente que espacio, a pasar bien el rato si no se está en peleas o nada le ha pasado al carro.


Estas calles que a esas horas andan oscuramente vacías, reflejan lo que por alli se ha caminado junto a su historia inedita; Brindan una desconfianza habitual con la cual se camina ya sea de día o de noche lo que queda del peregrinaje.

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